"Sí, vanos por naturaleza
son todos los hombres que han ignorado a Dios, los que, a partir de las cosas
visibles, no fueron capaces de conocer a «Aquel que es», y al considerar sus
obras, no reconocieron al Artífice.
En cambio, tomaron por dioses rectores del universo al fuego, al viento, al aire sutil, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a los astros luminosos del cielo.
Ahora bien, si fascinados por la hermosura de estas cosas, ellos las consideraron como dioses, piensen cuánto más excelente es el Señor de todas ellas, ya que el mismo Autor de la belleza es el que las creó.
En cambio, tomaron por dioses rectores del universo al fuego, al viento, al aire sutil, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a los astros luminosos del cielo.
Ahora bien, si fascinados por la hermosura de estas cosas, ellos las consideraron como dioses, piensen cuánto más excelente es el Señor de todas ellas, ya que el mismo Autor de la belleza es el que las creó.
Y si quedaron impresionados
por su poder y energía, comprendan, a partir de ellas, cuánto más poderoso es
el que las formó.
Porque, a partir de la grandeza y hermosura de las cosas, se llega, por analogía, a contemplar a su Autor.
Sin embargo, estos hombres no merecen una grave reprensión, porque tal vez se extravían buscando a Dios y queriendo encontrarlo; como viven ocupándose de sus obras, las investigan y se dejan seducir por lo que ven: ¡tan bello es el espectáculo del mundo!
Pero ni aún así son excusables: si han sido capaces de adquirir tanta ciencia para escrutar el curso del mundo entero, ¿cómo no encontraron más rápidamente al Señor de todo?"
Porque, a partir de la grandeza y hermosura de las cosas, se llega, por analogía, a contemplar a su Autor.
Sin embargo, estos hombres no merecen una grave reprensión, porque tal vez se extravían buscando a Dios y queriendo encontrarlo; como viven ocupándose de sus obras, las investigan y se dejan seducir por lo que ven: ¡tan bello es el espectáculo del mundo!
Pero ni aún así son excusables: si han sido capaces de adquirir tanta ciencia para escrutar el curso del mundo entero, ¿cómo no encontraron más rápidamente al Señor de todo?"
(Sabiduría 13, 1-9)
"Porque todo cuanto se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos: Dios mismo se lo dio a conocer, ya que sus atributos invisibles –su poder eterno y su divinidad– se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo, por medio de sus obras."
(Romanos 1, 19-20)
"El apóstol Pablo nos enseña a comprender las cosas invisibles de Dios a través de las visibles, y a contemplar, sobre la base de la razón y de la semejanza, las cosas que no se ven, partiendo de las que se ven. Con ello Pablo nos demuestra que este mundo visible nos instruye sobre el invisible, y que esta situación terrenal contiene ciertas reproducciones de las realidades celestes, de modo que desde las cosas de abajo podemos subir a las de arriba, y por las que vemos en la tierra podemos percibir y comprender las que hay en el cielo. A semejanza de estas realidades celestes, para que se pudieran percibir y colegir más fácilmente las diferencias de las creaturas terrenales, el Creador les confirió una semejanza. Y, como Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, quizá también creó algunas otras creaturas a imagen de ciertas realidades celestes por razón de semejanza. Y quizá también cada una de las realidades terrenas tiene imagen y semejanza de las celestes hasta tal punto, que el mismo grano de mostaza, que es la más pequeña entre todas las semillas, tiene su tanto de imagen y semejanza en los cielos; y el hecho de que se le haya dispuesto un sistema natural tal que, aun siendo la más pequeña entre las semillas, se hace el mayor de los arbustos, tanto que las aves del cielo pueden venir y habitar en sus ramas, hace que tenga semejanza, no sólo de cualquier realidad celeste, sino del mismo reino de los cielos. Por eso es posible que también las demás semillas que hay en la tierra tengan en los cielos alguna semejanza y razón. Y si esto tienen las semillas, también lo tendrán las plantas; y si las plantas, también sin duda los animales: alados, reptiles y cuadrúpedos.
Pero todavía se puede entender otra cosa: como el grano de mostaza no ofrece una sola semejanza, es decir, la del reino de Dios y morada de los pájaros en sus ramas, sino que tiene también otra semejanza, a saber: es imagen de la perfección de la fe, tanto que, si uno tiene de fe así como un grano de mostaza, puede decir al monte que se traslade, y él se trasladará, de la misma manera es posible que también las demás cosas terrenas sean portadoras de imagen y semejanza de las realidades celestes, no ya en un solo aspecto, sino en varios. Y como, por ejemplo, en el grano de mostaza son muchas las realidades que representan imágenes de las realidades celestes, y la última de todas es el uso que de él hacen los hombres en servicio del cuerpo, así también en los demás: semillas, plantas, raíces de hierbas, e incluso los animales, podemos entender que ciertamente prestan a los hombres un uso y un servicio corporal, pero que tienen además formas e imágenes de realidades incorpóreas con las cuales el alma puede aprender e instruirse para contemplar también las realidades invisibles y celestes. Y posiblemente sea esto lo que dice aquel escritor de la divina sabiduría: Él mismo fue quien me dio el conocimiento verdadero de cuanto existe, para que conociera la sustancia del mundo y las propiedades de los elementos, el principio, el fin y el medio de los tiempos, el cambio de los solsticios y la sucesión de las estaciones, los ciclos del año y la posición de las estrellas, la naturaleza de los animales y los instintos de las fieras, las violencias de los espíritus y los pensamientos de los hombres, las variedades de las plantas y las virtudes de las raíces; conocí cuanto está oculto y lo que no se ve [1]. Así pues, mira a ver si de estas palabras de la Escritura podemos colegir con mayor lucidez y evidencia lo que nos habíamos propuesto examinar. Efectivamente, este escritor de la sabiduría divina, después de haber hecho la enumeración de todo, a lo último dice que había recibido el conocimiento de lo que está oculto y de lo manifiesto, dando sin duda a entender que cada una de las cosas que están manifiestas se relaciona con alguna de las que están ocultas, o sea, que todas las cosas visibles tienen alguna relación de semejanza y de razón con las invisibles. Por eso, como quiera que al hombre que vive en la carne no le es posible conocer nada de lo oculto e invisible, sino concibe alguna imagen y semejanza extraída de lo visible, yo pienso que ésta es la razón por la que el que todo lo hizo con sabiduría creó en la tierra cada una de las especies de las cosas visibles con tal disposición que en ellas depositó cierta doctrina y cierto conocimiento de las cosas invisibles y celestiales, para que, gracias a esa doctirna y a ese conocimiento, la mente humana vaya elevándose al conocimiento espiritual y busque entre las realidades celestes las causas de las cosas y así, instruida por obra de la sabiduría de Dios pueda también ella decir: Conocí cuanto está oculto y lo que no se ve [2]."
(Orígenes, "Comentario al Cantar de los Cantares")
[1] Sb 7, 17 ss.
[2] Sb 7, 21.
"... Dios crió todas las cosas con gran facilidad y brevedad y en ellas dejó algún rastro de quien Él era, no sólo dándoles el ser de la nada, mas aún dotándolas de innumerables gracias y virtudes, hermoseándolas con admirable orden y dependencia indeficiente que tienen unas de otras; y esto todo haciéndolo por la Sabiduría suya, por quien las crió, que es el Verbo, su unigénito Hijo (...) porque las criaturas son como un rastro del paso de Dios, por el cual se rastrea su grandeza, potencia y sabiduría y otras virtudes divinas (...)
ResponderEliminarSegún dice San Pablo, el Hijo de Dios es 'resplandor de su gloria y figura de su sustancia' (Hb 1,3). Es, pues, de saber que con sola esta figura de su Hijo miró Dios todas las cosas, que fue darles el ser natural, comunicándoles muchas gracias y dones naturales, haciéndolas acabadas y perfectas, según dice en el Génesis por estas palabras: 'Miró Dios todas las cosas que había hecho, y eran mucho buenas' (Gen 1,31). El mirarlas mucho buenas era hacerlas mucho buenas en el Verbo su Hijo. Y no solamente les comunicó el ser y gracias naturales mirándolas (como habemos dicho), mas también con sola esta figura de su Hijo las dejó vestidas de hermosura, comunicándoles el ser sobrenatural; lo cual fue cuando se hizo hombre, ensalzándole en hermosura de Dios y, por consiguiente, a todas las criaturas en Él, por haberse unido con la naturaleza de todas ellas en el hombre; por lo cual dijo el mismo Hijo de Dios: 'Si ego exaltatus a terra fuero, omnia traham ad me ipsum'; esto es: 'Si yo fuere ensalzado de la tierra, levantaré a mí todas las cosas' (Jn 12, 32). Y así en este levantamiento de la encarnación de su Hijo y de la gloria de su resurrección según la carne, no solamente hermoseó el Padre las criaturas en parte, mas podremos decir que del todo las dejó vestidas de hermosura y dignidad"
San Juan de la Cruz, comentarios al Cántico Espiritual.