LUZ TABÓRICA

Luz Tabórica
"No hay más que una sola y misma luz divina: la del Tabor, la contemplada por las almas purificadas desde ahora, la de la parusía y los bienes futuros."

San Gregorio Palamas


viernes, 18 de abril de 2014

Descensus ad Inferos

"Entre sus carismas, el Oriente joaneo, tan sensible a la resurrección, lo es también al tema del infierno, conclusión clara que se extrae de la tradición litúrgica e iconográfica. Este tema ya ha sido tratado por san Pablo de forma sintética y sobrecogedora en Efesios 4, 9-10: «¿Qué significa eso de 'ha subido' sino que primero bajó a esas partes bajas de la tierra? Y el mismo que bajó es el que ha subido sobre todos los cielos para llenarlo todo». Vemos la sorprendente amplitud del initerario: kata, ana, abajo, arriba, los dos extremos del camino del Cordero alado; el descenso al punto más bajo, el infierno, y la ascensión al punto más alto, el cielo. El Oriente se detiene maravillado contemplando «la altura y la profundidad» del misterio de la salvación, viendo en él las dimensiones de la caridad de Cristo y su mensaje triunfal: «Subiendo a las alturas, llevó cautiva la cautividad» (Ef 4, 8).

Dejemos la palabra a Epifanio en su magnífica homilía para el Sábado Santo: «¿Qué es esto? Un gran silencio reina hoy sobre la tierra, un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio porque el Rey duerme. La tierra ha temblado y ya se ha calmado, porque Dios se ha dormido en la carne y ha ido a despertar a los que  dormían desde hace siglos. Dios ha muerto en la carne y los infiernos se han estremecido. Dios se ha dormido por poco tiempo y ha despertado del sueño a aquellos que habitaban los infiernos...»

Él va a buscar a Adán, nuestro primer padre, la oveja perdida. Quiere ir a visitar a todos los que moran en las tinieblas y en las sombras de la muerte... Descendamos, pues con Él para ver la alianza entre Dios y los hombres...; allí se encuentra Adán, Noé, Abraham, Moisés, Daniel, Jeremías y Jonás... Y entre los profetas, hay uno que exclama: «Desde el vientre del infierno, ¡oye mis súplicas, escucha mis gritos!» , y otro: «Desde las profundidades te grito, Señor, Señor, oye mi voz», y otro más «¡Haz brillar tu rostro, y estaremos salvados»...

Adán, cautivo más profundamente que todos los otros..., habló así: «¡Oigo los pasos de alguien que viene hacia nosotros!» Y mientras hablaba, el Señor entró, sosteniendo las armas victoriosas de  la cruz. Lleno de estupor, Adán gritó a los otros: «¡Mi Señor esté con todos vosotros!» Y Cristo respondió a Adán: «Y con tu espíritu...» «Levántate de entre los muertos. Yo soy tu Dios, y por ti, me he hecho tu hijo... Levántate, y vayámosnos de aquí, pues tú estás en mí y yo estoy en ti, nosotros dos formamos una persona única e indivisble... Levantaos, salgamos de aquí y vayamos del dolor a la alegría... Mi Padre celeste espera la oveja perdida..., la sala de las bodas está preparada, las tiendas eternas se han levantado..., ese Reino de los cielos que existía antes de todos los siglos os espera...» 

En el silencio del Viernes no se celebra la eucaristía, pues Cristo está en los infiernos. Para la tierra, es el día del dolor, el oficio del entierro y los llantos de la Theotókos, pero en los infiernos el Viernes Santo ya es Pascua, su poder disipa las tinieblas en el corazón del Reino de la muerte."

Paul Evdokimov, "El arte del icono. Teología de la Belleza."






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