LUZ TABÓRICA

Luz Tabórica
"No hay más que una sola y misma luz divina: la del Tabor, la contemplada por las almas purificadas desde ahora, la de la parusía y los bienes futuros."

San Gregorio Palamas


sábado, 4 de mayo de 2013

Metafísica de la persona: por una cristología «des-individualizada» II

Como complemento a nuestra anterior entrada, dejamos aquí un pasaje de la clásica "Exposición de la fe"* de San Juan Damasceno que nos ha parecido especialmente ilustrativo sobre el carácter absolutamente relacional y no-individualizado de la cristología tradicional. Para comprender mejor este texto, debemos tener presente la fundamental distinción entre "hipóstasis" y "naturaleza" en la que tanto han insistido los Padres griegos.

Análogamente a como cada una de las Personas divinas son hipóstasis de una misma naturaleza, todos los hombres, sin confundirse unos con otros, son hipóstasis de una naturaleza humana común que existe a través de ellos. Por lo tanto,  cuando hablamos de unión hipostática, debemos entender que la hipóstasis del Hijo asume en sí misma la naturaleza humana en su totalidad uniéndola sin confusión con la naturaleza divina, común a las tres Personas de la Santísima Trinidad, sin alterarlas y sin formar una nueva substancia compuesta a partir de las mismas.

"Pues bien, de este modo confesamos de la naturaleza divina: de modo perfecto toda ella existe en cada una de sus hipóstasis, toda en el Padre, toda en el Hijo, toda en el Espíritu Santo. Asimismo, por esto es perfecto Dios el Padre, perfecto Dios el Hijo, perfecto Dios el Espíritu Santo. También de este modo afirmamos que en la encarnación de uno de la santa Trinidad, el Verbo de Dios, fue unida toda la naturaleza perfecta de la divinidad en una de sus hipóstasis a toda la naturaleza humana, y no como una parte a otra parte. Pues dice el divino Apóstol: En él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad [1], esto es, en su carne. También el discípulo de éste, Dionisio, el portador de Dios, muy versado en las cosas divinas, afirma que 'se asoció completamente con nosotros en una de sus hipóstasis' [2]. 
Sin embargo, nos vemos obligados a afirmar que todas las hipóstasis de la santa divinidad, o sea, las tres, no fueron unidas hipostáticamente a todas las hipóstasis de la humanidad. En efecto, no están asociados de ningún modo el Padre y el Espíritu Santo a la encarnación del Verbo de Dios, sino en benevolencia y designio. Afirmamos, en cambio, que toda la esencia de la divinidad fue unida a toda la naturaleza humana. Porque tampoco el Verbo de Dios olvidó nada de aquello que injertó en nuestra naturaleza, pues desde el principio nos ha formado, sino que asumió todas estas cosas, el cuerpo, el alma intelectual y racional, y los atributos de éstos. Sin duda, si el viviente está privado de uno de éstos, no es hombre. Así pues, siendo él completo, completamente me asumió, y como completo fue unido a algo completo, para que se conceda la salvación a lo completo. En efecto, lo que no ha sido asumido, no ha sido sanado."

Para evitar toda confusión, advierte más adelante el damasceno:

"¿cómo se dirá que Cristo es Dios perfecto y hombre perfecto, consustancial al Padre y a nosotros, si en él una parte de la naturaleza divina ha sido unida a otra parte de la humanidad?
En cambio, decimos que nuestra naturaleza fue resucitada de entre los muertos, ascendió a los cielos y está sentada a la derecha del Padre. Pero no como si todas las hipóstasis de los hombres hayan resucitado y se sientan a la derecha del Padre, sino en cuanto toda nuestra naturaleza existe en la hipóstasis de Cristo."

Luego, si no hay, como dijimos, confusión ni mezcla en las naturalezas, un individuo cualquiera en tanto que hipóstasis biológica, considerado exclusivamente en su condición creatural caída, a pesar de la Encarnación, estará igualmente sometido o enfrentado a las contingencias del mundo, no será verdaderamente libre ni estará exento del dominio de las pasiones; de modo que no podría, por sus propios medios, asumir ni actualizar interiormente la naturaleza humana divinizada, es decir, unida con la esencia divina en la hipóstasis única del Verbo. Por lo tanto, para que la Economía divina tenga alguna consecuencia ontológica en él, es necesario que muera a su estado profano y renazca, a través de la gracia bautismal, como una hipóstasis eclesial en el Cuerpo Místico de Cristo, como un hijo en el Hijo, enhipostasiado en su existencia teándrica.

"Así pues, nos ha dado un segundo nacimiento (...) para que del mismo modo como los que hemos nacido de Adán, hemos sido hechos iguales a él heredando la maldición y la corrupción, así también los que hemos nacido de Cristo, seamos hechos iguales a él, por lo que heredaremos su incorruptibilidad, su bendición y su gloria."









Notas:

*  Juan Damasceno, "Exposición de la fe", ed. Ciudad Nueva, 1º ed., 2003, Madrid, España. Todas las citas pertenecen a la misma obra.
[1] Col 2, 9
[2] Ps.-D. Areopagita, De divinis nominibus, 1, 4: PG 3, 592 A.